Para la estabilización y regeneración de taludes hay dos aspectos clave; el primero, la mejora de la estructura física del suelo a través de la acción de las raíces, y el segundo, el incremento del contenido en materia orgánica. Ambos aspectos determinan la disminución de las tasas de erosión y de escorrentía superficial, y los dos se consiguen con la aportación de nuestro material bioestabilizado.

La plasticidad y la consistencia, como indicadores de la cohesión de un material/suelo, tienen una importante influencia sobre la estabilidad de los taludes, y especialmente sobre el riesgo de erosión y deslizamiento. La adición de nuestro material bioestabilizado incrementa la superficie específica del suelo y produce un efecto de reducción del índice de plasticidad, además, la hidratación preferencial de la materia orgánica dificultará que se alcance el límite líquido, reduciendo el valor del índice de plasticidad.